La leche hirviendo no es algo que me motive, porque siempre
queda esa dichosa telita que te quema el paladar. Nunca me han gustado que las
cosas ardan más de lo necesario.
Además, una vez quitada esa dichosa telita se te queda un
mal gusto en la boca y sale mucho humo y no te queda otra que soplar y
soplar hasta que se enfria. Por eso tu me gustas caliente, sin más, sin
hervir; porque si hierves las cosas son más complicadas, te surge un caparazón,
quemas y me toca soplar y soplar. Y, chato, seamos sinceros, a mi no me apetece
pasarme la vida soplando. Aún menos, tu mala leche.
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