10 nov 2011

Las cosas que nunca te diré.

Cuando menos me das, más te necesito.
Soy un reloj de arena, anticuada para mis tiempos, usada, utilizada para medir un tiempo que se volatiliza constantemente, dada la vuelta una y otra vez como tu quieres.
Hablo de cosas contemporáneas aunque me den igual, sólo porque sepas que sigo aquí.

Aunque tu ya no estés y de cierta manera me obligues a estar cuando a ti te interesa. Te escucho, aunque se que no te necesito. Ser reloj de arena tal vez me ha mareado y no razono lo suficiente para dejarte marchar.
Estás en mi presente, haciendo sangrar las cicatrices ya cerradas. Seguramente me quede atrapada en el pasado, porque soy como un reloj de arena, porque me gusta el blanco y negro, las camisas demasiado almidonadas, el tupé y sobre todo aquel beso, que me dejaste, a medias como siempre, entre la mejilla y los labios.

Estas siempre. En el alcohol, en las copas ya vacías, en las ganas de gritarle a este mundo, en las fuentes donde me lavo la cara cuando estoy borracha de tu ausencia. Estás en las sonrisas ajenas que me abrazan, en mis bailes, en los baños donde, cuando sigo llena de ti y no aguanto más te vomito.
Te encuentras en la razón de todas las drogas que consumo cuando te veo y cuando no lo hago, en mi cama, en mis sueños, en el cielo. Pero eres infierno. ¿Dónde estás?

Muchas veces el principio no lo es todo.
Lo bonito de las historias son los principios, no los finales.

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